martes, 22 de marzo de 2016

RÍO REVUELTO


Pablo Iglesias, como de costumbre, quiso llamar la atención cuando se hizo el pacto antiyihadista, quedándose fuera, a la vez que acudía a las reuniones, creando así para su partido una especie figura nueva de observador, por la que podía, de cara a los más estultos de sus seguidores quedar al margen de dicho pacto, a la vez que le permitía asistir a las reuniones de los partidos que sí habían firmado el acuerdo. Una especie de “perro del hortelano” o si se prefiere, jugando con varias barajas. En definitiva, una vez más, conseguía ser el centro de atención, como cuando el bebé de la Bescansa, el beso en los morros con el catalán, a bombo y platillo, o hasta como su propio aspecto: todo forma parte de una operación de mercadotecnia, algo que, por cierto, no se le da nada mal; mucho mejor que la acción de gobierno, a juzgar por los efectos de allí donde su partido y confluencias tienen responsabilidades de gobierno municipal o autonómico.

Pero claro, lo de hoy es harina de otro costal: hoy hay sangre de inocentes, y quien está apunto, por la debilidad de Pedro Sánchez, de “rascar” gobierno, no puede quedarse en las medias tintas, no sea que muchos le vean el plumero y terminen dándole la espalda, más aún de lo que, al menos en las encuestas recientes, se la están dando. Hoy por tanto, se ha ataviado con la piel de albo cordero, para ofrecer esa cara amable, que tan bien combina con la de lobo feroz, según los casos y las ocasiones. Hoy, hasta se siente en la responsabilidad de estar codo con codo con el Gobierno en funciones, por más rajoyano que éste sea. Hoy hablará titubeando, tartamudeando; tal como suele hacer cuando nos dice entre líneas: “Mirad que bueno soy, no tengo nada que ver con ese monstruo que podéis ver en You Tube, porque no he podido borrar todos los videos”.

Mientras tanto,  Pedro Sánchez, que al parecer bebe los vientos por “Coleta Morada”, se verá obligado a hacer una jugada de espera, o a enrocarse, esperando el momento oportuno para darle el jaque mate a Albert Rivera; en lo que parece ser la crónica de un mate anunciado.

Hoy Pedro Sánchez lo tiene más difícil. Aunque solo es cuestión de esperar un poco –poco, que el tiempo corre- y echarle geta, que la vida le va en ello… y no solo de manera metafórica, que también puede llegar a tener repercusión en su vida laboral y, por ende en la personal.


¿Y los ciudadanos (no los C’s, sino los de a pie)? Pues esos a seguir de espectadores pasivos; al fin, somos poco más que un voto para los políticos, y ése –el voto- ya lo hemos emitido e intentarán por todos los medios que lo volvamos a expresar, que antes prefieren hacer sus propias interpretaciones del significado de nuestros votos, siempre según el color del cristal con que lo mira cada partido. 

miércoles, 2 de marzo de 2016

SÁNCHEZ, MALHUMORADO; RAJOY, IRÓNICO; IGLESIAS, JUDAS; RIVERA…


Se nota que Rajoy se la tenía guardada, desde que fue insultado por Sánchez: y se la ha devuelto. Se la ha devuelto no de forma barriobajera, con el insulto, sino con una fina ironía (¿retranca gallega?), con la que ha demostrado ser mucho más leído que su oponente.

Lo que me ha sorprendido es que Iglesias, tan hábil para todo lo es mercadotecnia, no se haya alzado en momentos en que estaba el Presidente en funciones dándole más palos que a una estera, aplaudiendo a Rajoy. Me ha sorprendido porque, astuto como es, le hubiese clavado la puntilla a su real enemigos, que no es otro que Sánchez.

En el ínterin, Rivera, en su escaño, ha evidenciado que si su expresión corporal deja mucho que desear, no le va en zaga la facial: el asentimiento con la cabeza en el discurso de Sánchez, como la negación gestual en el de Rajoy han quedado a la altura del alisamiento de las solapas de su traje.

Pedro Sánchez contesta a Rajoy diciéndole que en “esta legislatura hay que enterrar el insulto”. No hago más comentarios.

Pablo Iglesias, con su figura contrahecha, se estrena con un discurso no menos contrahecho. Comienza disimulando con una clase digna de su profesión de profesor mileurista, para, dando un quiebro, dirigir el punto de mira de su arma hacia Pedro Sánchez. Es evidente que el PP de Rajoy le importa un carajo, su verdadero objetivo es terminar con el PSOE, vía Pedro Sánchez. Pero, hay que reconocerlo, sabe dirigirse a su público, un público lleno de idiotas y miserables, en el sentido inicial más estricto de ambas palabras.

Las “confluencias”, como es natural, confluyen con quien tenían que confluir.

Pero, para mi sorpresa, que después del papel de político bisoño en la campaña, que le costó un retroceso en el número de votos que le concedían todas las encuestas, no daba un céntimo por él, se ha crecido hasta el punto que, sin ningún tipo de dudas, me ha parecido con mucho el mejor; en esta ocasión sí ha sabido dirigirse a un público objetivo amplio, que puede ser el caladero de sus futuros votos.


Rajoy ha estado formalmente soberbio, ha dejado a la altura del betún a Sánchez, que es lo que perecía que pretendía; pero Rivera ha sabido, en la línea de lo que hace Iglesias, dirigir su megáfono a su público, que va desde una parte del PP hasta otra del PSOE y naturalmente los que ya le son fieles. Y lo ha hecho con elegancia, sabiendo que su público es objetivamente diferente al enojado de Pablo Iglesias. Solo se le puede reprochar algún insulto de escala menor que ha proferido contra Rajoy; eso debería de dejárselo a Pedro Sánchez, para que se dispute con Iglesias el postureo piscinil.