SÁNCHEZ, MALHUMORADO; RAJOY, IRÓNICO; IGLESIAS, JUDAS; RIVERA…
Se nota que Rajoy se la tenía guardada, desde que fue
insultado por Sánchez: y se la ha devuelto. Se la ha devuelto no de forma
barriobajera, con el insulto, sino con una fina ironía (¿retranca gallega?),
con la que ha demostrado ser mucho más leído que su oponente.
Lo que me ha sorprendido es que Iglesias, tan hábil para
todo lo es mercadotecnia, no se haya alzado en momentos en que estaba el
Presidente en funciones dándole más palos que a una estera, aplaudiendo a
Rajoy. Me ha sorprendido porque, astuto como es, le hubiese clavado la puntilla
a su real enemigos, que no es otro que Sánchez.
En el ínterin, Rivera, en su escaño, ha evidenciado que si
su expresión corporal deja mucho que desear, no le va en zaga la facial: el
asentimiento con la cabeza en el discurso de Sánchez, como la negación gestual
en el de Rajoy han quedado a la altura del alisamiento de las solapas de su
traje.
Pedro Sánchez contesta a Rajoy diciéndole que en “esta
legislatura hay que enterrar el insulto”. No hago más comentarios.
Pablo Iglesias, con su figura contrahecha, se estrena con un
discurso no menos contrahecho. Comienza disimulando con una clase digna de su
profesión de profesor mileurista, para, dando un quiebro, dirigir el punto de
mira de su arma hacia Pedro Sánchez. Es evidente que el PP de Rajoy le importa
un carajo, su verdadero objetivo es terminar con el PSOE, vía Pedro Sánchez.
Pero, hay que reconocerlo, sabe dirigirse a su público, un público lleno de
idiotas y miserables, en el sentido inicial más estricto de ambas palabras.
Las “confluencias”, como es natural, confluyen con quien
tenían que confluir.
Pero, para mi sorpresa, que después del papel de político bisoño
en la campaña, que le costó un retroceso en el número de votos que le concedían
todas las encuestas, no daba un céntimo por él, se ha crecido hasta el punto
que, sin ningún tipo de dudas, me ha parecido con mucho el mejor; en esta
ocasión sí ha sabido dirigirse a un público objetivo amplio, que puede ser el
caladero de sus futuros votos.
Rajoy ha estado formalmente soberbio, ha dejado a la altura
del betún a Sánchez, que es lo que perecía que pretendía; pero Rivera ha
sabido, en la línea de lo que hace Iglesias, dirigir su megáfono a su público,
que va desde una parte del PP hasta otra del PSOE y naturalmente los que ya le
son fieles. Y lo ha hecho con elegancia, sabiendo que su público es
objetivamente diferente al enojado de Pablo Iglesias. Solo se le puede
reprochar algún insulto de escala menor que ha proferido contra Rajoy; eso
debería de dejárselo a Pedro Sánchez, para que se dispute con Iglesias el postureo
piscinil.
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