miércoles, 2 de marzo de 2016

SÁNCHEZ, MALHUMORADO; RAJOY, IRÓNICO; IGLESIAS, JUDAS; RIVERA…


Se nota que Rajoy se la tenía guardada, desde que fue insultado por Sánchez: y se la ha devuelto. Se la ha devuelto no de forma barriobajera, con el insulto, sino con una fina ironía (¿retranca gallega?), con la que ha demostrado ser mucho más leído que su oponente.

Lo que me ha sorprendido es que Iglesias, tan hábil para todo lo es mercadotecnia, no se haya alzado en momentos en que estaba el Presidente en funciones dándole más palos que a una estera, aplaudiendo a Rajoy. Me ha sorprendido porque, astuto como es, le hubiese clavado la puntilla a su real enemigos, que no es otro que Sánchez.

En el ínterin, Rivera, en su escaño, ha evidenciado que si su expresión corporal deja mucho que desear, no le va en zaga la facial: el asentimiento con la cabeza en el discurso de Sánchez, como la negación gestual en el de Rajoy han quedado a la altura del alisamiento de las solapas de su traje.

Pedro Sánchez contesta a Rajoy diciéndole que en “esta legislatura hay que enterrar el insulto”. No hago más comentarios.

Pablo Iglesias, con su figura contrahecha, se estrena con un discurso no menos contrahecho. Comienza disimulando con una clase digna de su profesión de profesor mileurista, para, dando un quiebro, dirigir el punto de mira de su arma hacia Pedro Sánchez. Es evidente que el PP de Rajoy le importa un carajo, su verdadero objetivo es terminar con el PSOE, vía Pedro Sánchez. Pero, hay que reconocerlo, sabe dirigirse a su público, un público lleno de idiotas y miserables, en el sentido inicial más estricto de ambas palabras.

Las “confluencias”, como es natural, confluyen con quien tenían que confluir.

Pero, para mi sorpresa, que después del papel de político bisoño en la campaña, que le costó un retroceso en el número de votos que le concedían todas las encuestas, no daba un céntimo por él, se ha crecido hasta el punto que, sin ningún tipo de dudas, me ha parecido con mucho el mejor; en esta ocasión sí ha sabido dirigirse a un público objetivo amplio, que puede ser el caladero de sus futuros votos.


Rajoy ha estado formalmente soberbio, ha dejado a la altura del betún a Sánchez, que es lo que perecía que pretendía; pero Rivera ha sabido, en la línea de lo que hace Iglesias, dirigir su megáfono a su público, que va desde una parte del PP hasta otra del PSOE y naturalmente los que ya le son fieles. Y lo ha hecho con elegancia, sabiendo que su público es objetivamente diferente al enojado de Pablo Iglesias. Solo se le puede reprochar algún insulto de escala menor que ha proferido contra Rajoy; eso debería de dejárselo a Pedro Sánchez, para que se dispute con Iglesias el postureo piscinil.

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