LA DIFÍCIL SITUACIÓN DE SÁNCHEZ
Difícil se le presenta a Pedro Sánchez. Poco habilidoso para
recaudar votos, ahora parece haber pasado a botar el balón, tal como aprendió
en su juventud, con tal de no ser botado y, en consecuencia, barrido, in sæcula sæculorum.
La
cosa está complicada, pues, después de tanto tiempo presentando al PP ante su
electorado, más como un enemigo que como un contrincante, decir a su parroquia
de pelillos a la mar, puede que no lo entendiesen.
Qué
bueno hubiese sido si, en lugar de dedicar tanto tiempo a decir lo muy malos
que eran los otros, nos hubiesen convencido con las bondades propias. Pero, lo
fácil tiene su tirón.
Por
la otra parte: El abismo… o ¡el averno!, que es peor. Porque echarse en brazos
de quienes han irrumpido en la política española endeudándose con países de
dudosa democracia, dejándose regar con el vil metal, no parece mucha mejor opción;
menos cuando ya le han pasado cuenta por anticipado, exigiendo áreas que nada
tienen que ver con beneficiar a los más necesitados –que era su mantra
electoral-, pero que sí con el control de las fuerzas de seguridad y con la
inteligencia (CNI) del estado. Algo que a nadie se le oculta el peligro que
acarrearía para todos nosotros, pues, como dice el dicho, “quien paga manda”.
Así
las cosas, el “gran pacto” lo tiene mal, como no sea que entre Ciudadanos como
lubrificante. Aunque posiblemente podría ser la opción más aconsejable para que
el PSOE -un partido, hoy por hoy aún necesario- no desapareciese en pocos años.
La
otra opción supondría echarse directamente en las fauces de quien pretende
tragarse –y así lo demuestra en cada una de sus actuaciones- hasta la última
letra de sus siglas: la E de español.
Uno, que es de sentimientos pragmáticos, mucho más que de
sentimentalismos patrios, se pregunta: ¿Tan difícil es que ambos partidos
expliquen a sus respectivos seguidores las ventajas de una unión en pos de que
España no se quiebre, para que tampoco se quiebre España, aunque fuese
colocando de árbitro y colchón a C’s? Todo
eso, previos acuerdos perfectamente asumibles por todos los partidos
constitucionalistas, dejando los asuntos que los separan, para posteriores
ocasiones, cuando todo lo conseguido por todos no esté en peligro.
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