TANTA BONDAD FINGIDA EN LOS GESTOS, ME DA ASCO
¿Dónde ha ido a parar aquella mirada agresiva de mil
espejos, con que el tal Iglesias nos fundía? ¿A qué se debe esta otra mirada de
santo suplicante con las manitas mirando al cielo, a la espera de que un
rompimiento de luz le ilumine?
¿Y el tono de su voz? ¿Dónde ha quedado aquel tono agresivo
para mandar a sus cuates a ejercer la violencia? ¿A qué viene ese otro tono de
voz melifluo y acariciador con que pretende seducirnos?
No, Pablo, rico Pablo, el más rico de todos los líderes, lo
de la piel de cordero ya nos lo sabemos casi de nacimiento, desde la primera
época de cuentos; así, que mejor que te la ahorres ahora, en la peor época de cuentos.
De verdad, tanta bondad fingida en los gestos, me da asco.
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